DOMINGO XII
T.O.(B)
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n día, al atardecer, dijo Jesús a sus
discípulos: «Vamos a la otra orilla».
Dejando a la gente, se lo llevaron en
barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán,
y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a
popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te
importa que nos hundamos?»
Se puso en pie, increpó al viento y dijo
al lago: « ¡Silencio, cállate!»
El viento cesó y vino una gran calma. Él
les dijo: « ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?»
Se quedaron espantados y se decían unos a
otros: « ¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»
“Vamos
a la otra orilla”.
Con estas palabras ordena
Jesús una travesía misionera, para llevar el evangelio a la otra orilla,
a la Decápolis, tierra cercana pero habitada por paganos, gentes
alejadas, de otra cultura y religión.
También hoy esa es la consigna
permanente del Papa Francisco: La salida misionera y dice: “Prefiero una
Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia
enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades”. “Vamos a la otra
orilla” sigue siendo hoy la consigna.
Evangelizar implica una dinámica de salida misionera, un «ir
hacia», un movimiento hacia lo otro, una penetración en la sociedad. Lo
subrayan todos los evangelios «Id por todo el mundo» (Mc 16,15); «Id y haced
discípulos a todos los pueblos» (Mt 28,19) «Seréis mis testigos en Jerusalén,
en toda Judea…» (Hch 1,8). La misión exige descentramiento, salida,
desinstalación, capacidad de
partir de nuevo, de atravesar los confines, de ampliar los horizontes… La
evangelización es lo contrario a la autosuficiencia y al repliegue sobre
nosotros mismos. Necesitamos salir de los caladeros de la tranquilidad de lo
que siempre se ha hecho, no contentarnos con los allegados, salir a
anunciar el Evangelio a los alejados, aunque tengamos que
atravesar las tormentas de la vida.
La tormenta
Jesús inicia la salida misionera . Embarca con los discípulos, pero como si no estuviera, está dormido.
Deja que los suyos sufran ante el riesgo de la tormenta. Los discípulos
despiertan a Jesús, gritándole su miedo. Él se levanta y calma al viento y al
mar, y la barca puede hacer la travesía.
Fe para pasar a la otra orilla
Este evangelio nos plantea la cuestión de
la Fe-Confianza en Jesús cuando las circunstancias son adversas. La
preocupación angustiosa y desesperada de los discípulos ante el peligro, ante
las olas embravecidas, es considerada por el mismo Jesús, como falta de fe. Tener
fe, en este contexto, es sinónimo de
confiar en el Señor. Esta es la fe
que Jesús espera de sus discípulos. Es
necesario que la comunidad se sienta acompañada por Jesús para afrontar las
“tormentas” de la vida. Pero Jesús no encuentra en ellos esa confianza.
Y esto le sorprende profundamente. « ¿Por
qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?»
Se
quedaron espantados.
El mandato de Cristo, ordenando al mar que
volviese a la tranquilidad, hace que los discípulos se vean sobrecogidos por el
temor: “Se quedaron espantados y se
decían unos a otros: « ¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le
obedecen!» Es el sobrecogimiento
que experimentamos ante la presencia de lo que nos supera y nos trasciende,
ante lo sobrenatural y divino. Un temor que resulta perfectamente compatible
con la fe. Más aún, que nace de la fe misma y, al mismo tiempo, puede ser
superado adecuadamente sólo desde ella.
La Iglesia tiene que ser audaz para “pasar
a otras orillas” y dar testimonio de la fe en ámbitos que no nos son fáciles ni
cómodos. Pero, sólo desde la fe-confianza en Jesús podremos pasar a la otra
orilla y evangelizar; una iglesia encerrada enfermará y terminará muriendo, ha
de salir, aunque tenga que atravesar las tormentas, por eso dice el Papa
Francisco:“Prefiero
una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una
Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias
seguridades.
“Vamos a la otra orilla” sigue siendo hoy la consigna. Equipaje imprescindible: la fe-confianza en el Señor, para
atravesar las tormentas de la vida
Secundino Martínez Rubio
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