sábado, 21 de abril de 2018


DOMINGO IV DE PASCUA (B)
EVANGELIO: Jn 10,11-18


E
n aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

Tengo además otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por eso me ama el Padre: porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla. Este mandato he recibido del Padre.

REFLEXIÓN

En un contexto de polémica con los representantes religiosos de Israel, Jesús, se aplica la imagen bíblica de Dios, pastor de su pueblo (Ez 34, 11-31) y se presenta como el Buen Pastor. En este pasaje el Señor nos dice tres cosas sobre el verdadero pastor: que da su vida por las ovejas; que las conoce y ellas lo conocen a él; y que está al servicio de la unidad.

El pastor da su vida por las ovejas. La cruz está en el centro del servicio de Jesús como pastor: es el gran servicio que él nos presta. Se entrega a sí mismo, y no sólo en el pasado. En cada Eucaristía se entrega. La Eucaristía no debe ser una mera devoción más, sino la escuela en la que aprendamos a entregar nuestra vida como el Señor, para hacerla eucarística. La vida no se da sólo en el momento de la muerte, ni solamente en el modo del martirio. Debemos darla día a día. Entregándola y derramándola en servicio a Dios y a los hermanos como Jesús. Sólo quien da su vida la encuentra. 

En segundo lugar el Señor  dice: “Conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre" Jesús entrelaza la relación entre Él y el Padre, y la relación entre Él y los hombres encomendados a él. Las palabras de Jesús se refieren también a toda la tarea pastoral práctica de acompañar a los hombres, de salir a su encuentro, de estar abiertos a sus necesidades y a sus interrogantes. Desde luego, es fundamental el conocimiento práctico, concreto, de las personas que nos han sido encomendadas, y es importante entender este "conocer" a los demás en el sentido bíblico: no existe un verdadero conocimiento sin amor, sin una relación interior, sin una profunda aceptación del otro. Pero a esto sólo llegaremos si el Señor ha abierto nuestro corazón. Debe ser un conocimiento que no vincula la persona a mí, sino que la guía hacia Jesús. Pidamos siempre al Señor que nos conceda este modo de conocer con el corazón de Jesús, de no buscar la vinculación de la gente a nosotros sino al Señor, y crear así una verdadera comunidad. 

Por último, el Señor nos habla del servicio a la unidad encomendado al pastor: "Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor" (Jn 10, 16). Es lo mismo que repite san Juan después de la decisión del sanedrín de matar a Jesús, cuando Caifás dijo que era preferible que muriera uno solo por el pueblo a que pereciera toda la nación. San Juan reconoce que se trata de palabras proféticas, y añade: “Jesús iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos" (Jn 11, 52). 

Se revela la relación entre cruz y unidad; la unidad se paga con la cruz. Pero sobre todo aparece el horizonte universal del actuar de Jesús: se trata de la unificación de todos los hijos de Dios, de la humanidad, de la Iglesia. La misión de Jesús concierne a toda la humanidad, y por eso la Iglesia tiene una responsabilidad con respecto a toda la humanidad, para que reconozca a Dios, al Dios que por todos nosotros en Jesucristo se encarnó, sufrió, murió y resucitó. 

Nuestra tarea, como seguidores del buen Pastor, es dar vida entregando nuestra vida y es tarea de todos, no sólo de los sacerdotes. Todos deberíamos sentir la preocupación del Buen Pastor por las ovejas. Todos somos responsables de que a todas las vidas llegue la VIDA y en abundancia. Vivir partiéndonos y repartiéndonos para que la Vida, con mayúsculas, llegue a todas las personas que experimentan cada día la privación: sin techo, sin familia, sin cariño, sin sentido, sin derechos sociales, sin justicia, sin paz, sin tener la vida eterna que la vida del Eterno en nosotros.

La imagen de Jesús “Buen Pastor” nos habla también, en este día, de la oración que estamos llamados a hacer en favor de todas las vocaciones pero especialmente por las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada . 
S.M.R.

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