jueves, 17 de enero de 2019


DOMINGO II T.O.(C)
EVANGELIO Jn 2,1-11 
En aquel tiempo había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados  a la boda. Faltó en vino y la madre de Jesús le dijo: «No les queda vino» Jesús le contestó: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.». Su madre dijo a los sirvientes: -Haced lo que él    diga.  
 Había allí seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de cien litros cada una. Jesús les dijo: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: «Sacad ahora llevádselo al mayordomo.» Ellos lo llevaron.  El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían  pues habían sacado el agua) y entonces llamó al novio y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora.» Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y  creció la fe des sus discípulos en él. Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.

REFLEXIÓN
Jesús comenzó sus SIGNOS convirtiendo el agua en vino en una boda. El Evangelio de Juan no habla de "milagros", les llama siempre "signos. No quiere que nos quedemos en lo prodigioso, sino en el significado profundo. Los signos ofrecen la clave para comprender la misión salvadora de Jesús. 

No es una casualidad que la primera aparición pública de Jesús sea en una fiesta de bodas. Este Cristo no se vincula a la revuelta social que defienden los celotas, ni se vincula al culto del templo  que esperaban los saduceos, no se centra en la ley como suponían los fariseos. Este Cristo empieza en una boda, en la alegría de la fiesta de la vida con el vino mejor. El vino era un símbolo de la alegría y del amor. Si en la vida falta la alegría y falta el amor, ¿Qué queda?

El signo nos dice que con Cristo ha llegado el tiempo de las bodas, de la fiesta, de la alegría. Se acabó el tiempo de andar a “pan y agua”. Con Jesús llega el vino nuevo del Reino.

 Por cierto, siempre decimos Bodas de Caná, cuando en realidad era una boda sola, ¿o será que el texto habla de más bodas? En el Antiguo Testamento, la alianza de Dios con su Pueblo se ha presentado muchas veces con la imagen de una boda. Nos lo ha recordado la primera lectura de Isaías que presenta la alianza como un verdadero desposorio: “Ya no te llamarán ‘Abandonada’…a ti te llamarán ‘Mi favorita’, y a tu tierra desposada… Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyo”. El signo de Caná también nos habla de ese pacto de amor, de esa boda, de Dios en Alianza antigua,  en la que como en la Boda de Caná, faltaba el vino.
La Madre de Jesús fue la primera en darse cuenta de la falta de vino. Allí están las tinajas para las purificaciones que manda la ley. Pero vino no hay.
Pero aparece un nuevo pacto, una nueva alianza, una nueva boda de Dios con su pueblo. Y Jesús es el verdadero novio que ha venido a desposarse con la humanidad. Es el Hijo de Dios que ha venido a restablecer la Alianza de amor con nosotros. El convertirá el agua de la Antigua Alianza en vino bueno de Alegría.

No estamos abandonados. Dios ha restablecido la alianza de amor con la humanidad. Y, a esta boda de Dios con la humanidad en su Hijo, todos estamos invitados ¿No te la estarás perdiendo? Dios ama a la Humanidad y a cada uno como un enamorado. Pero mucha gente, y a nosotros también nos pasa, no nos damos cuenta que estamos de boda. Es decir, de fiesta, de alegría ¿Te lo crees? Porque mucha gente cree que esto de ser cristiano es andar a “pan y agua”. Y lo de Jesús es fiesta y con vino

Muchas veces nos falta el “vino” de la ilusión y la alegría y nos vemos ante la dificultad, como los novios de Caná. Y aunque tengamos de todo, si falta el vino de la salvación que trae Jesús, se nos acaba la fiesta, se acaba la salvación.

Hoy el Evangelio nos muestra:
Que ni la humanidad, ni cada uno de nosotros, estamos abandonados.
Que Dios nos ama y nos invita a la fiesta de su amor. 
Que Jesús, el Hijo de Dios, es la presencia del Dios que nos ama con locura.
Que a veces se nos acaba el vino. Pero, si hacemos lo que Jesús nos diga, como aconsejó la Virgen a los sirvientes, si ponemos a su disposición el agua pobre y sencilla de nuestra vida, el Señor la convertirá en el vino nuevo de la alegría salvadora.
Por cierto ¿Cómo andas de vino?
Feliz domingo!!!
SMR


No hay comentarios:

Publicar un comentario