viernes, 15 de febrero de 2019


DOMINGO VI T.O. (C)

EVANGELIO Lc 6,17a.20-26 

En aquel tiempo bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de  Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Él, levantando los ojos hacia sus discípulos les dijo: Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con  los profetas.

Pero ¡ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas”
  

REFLEXIÓN  

La primera lectura, del profeta Jeremías, hace una contraposición entre bendición y maldición. La maldición recae en la persona autosuficiente que aparta su confianza de Dios: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor”; La bendición recae en el hombre que pone su confianza en Dios:” Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza.” Jeremías nos invita a revisar dónde buscamos la confianza y el apoyo para nuestra vida y nuestros proyectos. Confiar en apoyos humanos es una ingenuidad. El que confía en Dios se apoya en una roca sólida, segura, inamovible.

La segunda lectura es de la carta de San Pablo a los cris­tianos de Corinto. Algunos comenzaban a extender la idea de que Cristo había resucitado, sí, pero que eso no implicaba que los demás seres humanos fueran a resucitar. El apóstol les escribe para poner las cosas en su sitio: No solo Cristo ha resucitado. Todos resucitaremos. La resurrección de Cristo es garan­tía de toda la Buena Noticia, fundamento de nuestra fe y seguridad de las bienaventuranza.  Nuestro destino está unido al de Cristo y  la bendición de los creyentes se plenificará en la resurrección.

El evangelio nos ha recordado las bienaventuranzas en la versión de San Lucas. En San Mateo las Bienaventuranzas son ocho. San Lucas, en cambio, presenta cuatro bienaventuranzas junto a cuatro malaventuranzas, y resalta el cambio paradójico que se dará entre la situación presente y el futuro. Dios provocará, en la otra vida, una inversión radical de la situación actual, como ocurre en  la parábola del pobre Lázaro y el rico (Cf. Lucas 16).

Las bienaventuranzas se basan en la justicia divina, que enaltece a quien ha sido humillado injustamente y humilla a quien se ha enaltecido (cf. Lc 14, 11). Jesús llama bienaventurados o felices a  los pobres, los hambrientos, los sufrientes y perseguidos. Y alerta severamente a los ricos, los saciados, los satisfechos y alabados, porque, como dice Jesús, la situación se invertirá, los últimos serán primeros y los primeros últimos" (cf. Lc 13, 30).

Esta justicia y esta bienaventuranza se realizan en el "reino de los cielos" o "reino de Dios", que tendrá su cumplimiento al final de los tiempos, pero ya está presente en la historia. Donde los pobres son admitidos al banquete de la vida, allí se manifiesta la justicia de Dios. Y esta es la tarea que los discípulos del Señor estamos llamados a realizar ya hoy.

Hoy la Palabra de Dios nos señala una manera diferente de comprender el significado profundo que tienen la confianza y la felicidad para los seguidores del Señor Resucitado. Hay que ser conscientes de que esta propuesta choca frontalmente con los postulados de la sociedad de consumo que pone su confianza y busca la felicidad en otros valores y criterios.
Feliz Domingo



















 














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