DOMINGO VI T.O. (C)
EVANGELIO Lc
6,17a.20-26
En aquel tiempo
bajó Jesús del monte con los Doce y se paró en un llano con un grupo grande de
discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y Sidón. Él,
levantando los ojos hacia sus discípulos les dijo: Dichosos los pobres, porque
vuestro es el Reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque
quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos
vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban
vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y
saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo
que hacían vuestros padres con los
profetas.
Pero ¡ay de
vosotros los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros los que
estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Ay de vosotros los que ahora reís,
porque haréis duelo y lloraréis! ¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros!
Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas”
REFLEXIÓN
La primera lectura, del profeta Jeremías, hace una contraposición
entre bendición y maldición. La maldición recae en la persona autosuficiente que
aparta su confianza de Dios: «Maldito quien
confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del
Señor”; La bendición recae en el hombre que pone su confianza en Dios:” Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza.” Jeremías nos invita a revisar dónde buscamos la confianza
y el apoyo para nuestra vida y nuestros proyectos. Confiar en apoyos humanos es
una ingenuidad. El que confía en Dios se apoya en una roca sólida, segura,
inamovible.
La segunda lectura es de la carta de San
Pablo a los cristianos de Corinto. Algunos comenzaban a extender la idea de
que Cristo había resucitado, sí, pero que eso no implicaba que los demás seres
humanos fueran a resucitar. El apóstol les escribe para poner las cosas en su
sitio: No solo Cristo ha resucitado. Todos resucitaremos. La resurrección de
Cristo es garantía de toda la Buena Noticia, fundamento de nuestra fe y seguridad
de las bienaventuranza. Nuestro destino está unido al de Cristo y la bendición de los creyentes se plenificará
en la resurrección.
El evangelio nos ha recordado las bienaventuranzas en la
versión de San Lucas. En San Mateo las Bienaventuranzas son ocho. San Lucas, en
cambio, presenta cuatro bienaventuranzas junto a cuatro malaventuranzas, y
resalta el cambio paradójico que se dará entre la situación presente y el
futuro. Dios provocará, en la otra vida, una inversión radical de la situación
actual, como ocurre en la parábola del
pobre Lázaro y el rico (Cf. Lucas 16).
Las bienaventuranzas
se basan en la justicia divina, que
enaltece a quien ha sido humillado injustamente y humilla a quien se ha
enaltecido (cf. Lc 14, 11). Jesús llama bienaventurados o felices a los pobres,
los hambrientos, los sufrientes y perseguidos. Y alerta severamente a los ricos, los saciados, los satisfechos y
alabados, porque, como dice Jesús, la situación se invertirá, los últimos
serán primeros y los primeros últimos" (cf. Lc 13, 30).
Esta justicia y esta
bienaventuranza se realizan en el "reino de los cielos" o "reino
de Dios", que tendrá su cumplimiento al final de los tiempos, pero ya está
presente en la historia. Donde los pobres son admitidos al banquete de la vida,
allí se manifiesta la justicia de Dios. Y esta es la tarea que los discípulos
del Señor estamos llamados a realizar ya hoy.
Hoy la Palabra de Dios
nos señala una manera diferente de comprender el significado profundo que
tienen la confianza y la felicidad para los seguidores del Señor
Resucitado. Hay que ser conscientes de que esta propuesta choca frontalmente
con los postulados de la sociedad de consumo que pone su confianza y busca la
felicidad en otros valores y criterios.
Feliz Domingo
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