jueves, 21 de febrero de 2019


DOMINGO VII T.O. ( C)

EVANGELIO Lc 6,27-38

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames. Tratad a los demás como queréis que ellos os traten. Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores lo hacen. Y si prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a otros pecadores con intención de cobrárselo. ¡No! Amad a vuestros enemigos, haced el bien y prestad sin esperar nada: tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante .La medida que uséis la usarán con vosotros.

REFLEXIÓN
      En el evangelio de este domingo Jesús va enseñando cómo debe ser nuestro comportamiento frente a los enemigos: “AMAD a vuestros enemigos, HACED EL BIEN a los que os odian, BENDECID a los que os maldicen, ORAD por los que os injurian. Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica. A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames”¿Cuál es el sentido de esas palabras aparentemente tan difíciles?

No se trata solamente de respetar al enemigo, sino de amarle. No pide Jesús acogerlo cuando nos solicita perdón. Eso es importante. Pero, lo que Jesús pide va mas allá; es algo que  humanamente nos parece ilógico y que supera la capacidad humana: “amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian”. Son cuatro actuaciones que según Jesús resumen nuestra actitud hacia los enemigos: AMAR, HACER EL BIEN, BENDECIR y ORAR aun cuando nuestro enemigo no renuncia a dejar de serlo.

Jesús es realista. No habla de no tener enemigos. Él también los tuvo. Lo que dice es que hay que amarlos como hace el Padre Dios. La propuesta es realista porque parte de la realidad; y la realidad es que en un mundo con tanta violencia y tanta injusticia, la única salida es contraponer un exceso de amor y de bondad. Esa desmesura de amor viene de Dios: es su misericordia, que se ha hecho carne en Jesús y es la única que puede romper la espiral de la violencia, a partir del corazón del hombre.

No se trata de rendirse ante el mal — interpretando erróneamente lo de "presentar la otra mejilla"—, sino en responder al mal con el bien, rompiendo de este modo la cadena de la injusticia. Ciertamente, si alguien nos está haciendo daño tenemos derecho a defendernos para evitar ese daño que nos causa. Pero incluso en esa situación, la actitud del cristiano, que es hijo del Dios misericordioso, es evitar el mal que le causan, pero querer a la persona que se lo hace, rezar por ella, perdonarla, aunque se defienda de ese mal. La radicalidad de: poner la otra mejilla a quien te golpea, y dar la túnica a quien abusa de ti, señala actitudes básicas: no  quedarse en rechazar el odio y la venganza, sino que hay que devolver bien por mal.

Y lo mismo podemos decir ante los males, delitos,  violencias y crueldades que se cometen en nuestra sociedad. No se trata de callar ante esas injusticias y tolerarlas. Hay que hacer todo lo posible para evitar esto, hay que defenderse de esos males y poner todos los esfuerzos en conseguir que los responsables de estos males dejen de cometerlos. Pero, lo que no podemos hacer es responder con venganzas y acabar siendo más crueles que ellos. Nunca podemos dar paso a la venganza. Porque hemos de ser “hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos”. Defendernos de esos males, si. Vengarnos de esos males, no.  Mirar al que los comete con ojos nuevos para verle como hermano equivocado, ¡pero hermano! y sentir compasión de él, amarle, para con nuestro amor, ayudarle a amar en vez de odiar. No excluir a nadie de nuestro amor. Eso es lo que hace Dios y esa ha de ser nuestra actitud.
Consciente de que Jesús pide algo muy difícil, san Lucas, señala tres motivos que pueden ayudarnos a actuar de ese modo:
1) El cristiano debe superar a los pecadores. Si el cristiano se limita a imitar al pecador, no tiene mérito alguno.
2) El premio. Jesús promete “una recompensa abundante en el cielo”. Pero no habrá que esperar a la otra vida para recibirla porque, actuando de ese modo, “seréis hijos de Dios, que es generoso con ingratos y malvados”.
3) El cristiano debe imitar a su Padre, que es compasivo  

Pidamos al Padre que nos ayude a amar nuestros enemigos para que puedan saber que todos somos hijos del Padre de la misericordia.
Feliz Domingo. 
SMR

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