viernes, 8 de marzo de 2019


DOMINGO I DE CUARESMA


Evangelio Lc 4,1-13

Jesús, lleno de Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante cuarenta días el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan.»  Jesús le respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre». Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré todo el poder y la gloria de todo esto, porque  a mí me lo han dado y yo se lo doy a quien quiero. Si  tú te rodillas delante de mí, Todo será tuyo». Jesús le respondió: «Está escrito: “Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto». Entonces lo llevó después a Jerusalén y lo puso en el alero del Templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo; porque está escrito: “Encargará a sus ángeles que cuiden de ti”, y también: “te sostendrán en sus manos para que  tu pie no tropiece con las piedras». Jesús le respondió: «Está mandado: No tentarás al Señor tu Dios.» Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Reflexión

Estamos en el primer Domingo de cuaresma. Hemos escuchado el relato de las Tentaciones, que viene a ser la prueba para saber cómo orienta Jesús su actividad y los peligros que corre en ella.

 El relato de las Tentaciones de Jesús está unido a su Bautismo. En el Bautismo, quedó claro que Jesús es el “Hijo, el amado, el predilecto".Había quedado trazada su misión salvadora al estilo del mesianismo del Siervo. Un estilo forjado en el sufrimiento solidario.
 

En las tentaciones se prueba ese ser Hijo, qué estilo va a tener, qué modo va a adoptar. A Jesús se le tienta con la posibilidad de ser Hijo apartándose de la opción clave de Dios, que es la Encarnación. Jesús rechaza apartarse de Dios y rechaza los modos incorrectos, pecaminosos,  de ser Hijo Amado y de realizar la misión salvadora, que ha recibido del Padre. Con la respuesta a las tentaciones Jesús presenta el estilo del cristiano y de la Iglesia. También nosotros, continuadores de la misión del Reino, hemos de optar por el estilo de Dios, como lo hizo Jesús.

La primera tentación tiene como motivo una necesidad material: el hambre: "Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan". Pero Jesús responde con la Sagrada Escritura: "No sólo de pan vive el hombre" (cf. Dt 8, 3). Es la invitación a utilizar el poder de ser Hijo de Dios en provecho propio, para calmar el hambre. Jesús es incitado a vivir para sí y sus intereses. Ese estilo se saltaría el camino de la encarnación. Es la tentación que experimenta la Iglesia cuando confunde la misión con sus intereses. Jesús nos enseña: Primero, a no utilizar su poder en beneficio propio y  segundo, nos enseña a confiar en Dios y a mirar la vida de manera amplia y profunda, que va mucho más allá de la necesidad primaria del hambre material. Hay, en nosotros, otras muchas hambres espirituales, que solo con la Palabra de Dios pueden ser alimentadas. 

La segunda tentación parte del deseo de poder y gloria. “El diablo le mostró…todos los reinos del mundo y le dijo: «Te daré todo el poder y la gloria de todo esto,… Si  tú te rodillas delante de mí.  La tentación consiste en abandonar el camino del servicio, que Jesús ha elegido, por el poder, para vencer la oposición al  mensaje.  ¿No sería bueno tener el mayor poder posible y usarlo para evangelizar?  ¡Así funciona el mundo! ¡El que no tiene poder, fracasa! Es el engaño del poder, que Jesús desenmascara y rechaza: "Al Señor, tu Dios adorarás, y a él solo darás culto" ( Cf. Dt 6, 13). Porque la oferta del poder tiene un añadido: “Si  tú te rodillas delante de mí” "si me adoras". Y eso supondría abandonar la confianza en el Padre, para ponerla en el poder. Es reconocer como dueño y señor a alguien distinto del Padre.  Y la respuesta de Jesús: «Está escrito: “Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto».

La última tentación es la de la espectacularidad. El tentador le propone una prueba espectacular: tirarse del alero del templo. Así quedará claro si es o no el Hijo de Dios. Ante lo difícil de la tarea se le pide a Dios que conceda al elegido un signo milagroso, espectacular, una señal que tranquilice y haga pastoralmente rentable la tarea… es el utilizar el espectáculo para obtener resultados espectaculares, en vez de los frutos del camino de la encarnación y el servicio. Jesús no acepta este camino y, citando el Deuteronomio, dice: “No tentarás al Señor tu Dios” (Dt 6,16). Porque, en el fondo, cualquier petición de signos y prodigios encubre una duda en la protección divina. Jesús confía plenamente en Dios, no quiere signos ni los pide.

La tentación no es el pecado y se puede vencer, como hizo Jesús. La tentación nos pone a prueba, evalúa el amor que decimos tener a Dios y a los demás. Para vencerla, contamos con la ayuda del mismo Dios. Así se lo pedimos, tantas veces, en la oración del Padre Nuestro, cuando decimos: “no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.”
SMR


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