viernes, 27 de febrero de 2015

DOMINGO II DE CUARESMA (B)

Evangelio Mc 9,1-9.
En aquel tiempo, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo. Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús.
Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús: -Maestro. ¡Qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías. Estaban asustados, y no sabía lo que decía. Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube: -Este es mi Hijo amado; escuchadle.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos. Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos.

Reflexión
La Transfiguración
El evangelio nos presenta el pasaje de la Transfiguración del Señor. Jesús se lleva a Pedro, Santiago y Juan, y en un contexto de oración se transfiguró. Es decir, se mostró la gloria plena de Jesús, enviado del Padre. En un momento privilegiado de gracia, los discípulos pudieron acceder a una visión más profunda de lo que significaba aquél Jesús humilde que les acompañaba "como uno de tantos".

Contexto: El cansancio del camino
Jesús y los discípulos, están pasando momentos difíciles. Se acusa el cansancio del camino. Jesús prevé que su vida corre peligro y anuncia su muerte a los discípulos. Ellos desconcertados se resisten a aceptarlo. No acaban de entender qué tipo de Mesías  es Jesús. Son  momentos de miedo, de duda, de tensión. Y en estos momentos acontece la Transfiguración, que es como una inyección de ilusión y de ánimo, la confirmación, por Dios Padre, de que aquél hombre es su Hijo amado y de que su misión pasa por la entrega de su propia persona. La transfiguración manifiesta la gloria de Jesús, que fortalece la fe de sus discípulos, pero manifiesta que  esa gloria está en su entrega. Gloria y  entrega no se pueden separar.

La pasión camino de la resurrección.
El Apóstol Pedro se fija solamente en la gloria que contempla en la Transfiguración. Pretende  quedarse en la gloria sin entrega. Y ahí se equivoca; Pedro pretende hacer “tres tiendas”  y quedarse en la gloría, sin recorrer el camino de entrega.
Pedro, los apóstoles, y nosotros con ellos, hemos de comprender mejor. Por eso la voz del cielo nos recomienda escuchar a Jesús. Escucharle en el monte Tabor, donde se transfigura y manifiesta su destino de gloria, y escucharle en el monte de los Olivos, donde asume su camino de entrega que culmina en el monte Calvario. Los mismos Apóstoles (Pedro, Santiago y Juan) que hoy quieren quedarse en el Tabor, monte de la gloria, son los que  dejan solo al Señor en el monte de los Olivos y después en el Calvario, monte de entrega.

¿Qué tiene que ver todo esto con nosotros?
Nosotros también, en nuestra vida, pasamos a menudo por momentos de desaliento, de dudas, de cansancio. No aceptamos la misión de Jesús porque vemos que además de ser difícil, nos complica mucho la vida, nos pide la vida misma, la entrega no de cosas, sino de nuestra persona.
Necesitamos ponernos en contexto de oración, donde se produce esa "transfiguración". No dispersarnos en los quehaceres, no volcarnos en las posesiones, no diluirnos en las funciones que ejercemos. Hay que iniciar el camino de la conversión:"Sal de tu tierra”, de tus afanes, de la agitación. Haz silencio y camina hacia tu interior, recógete y ábrete a la Presencia que habita “de tu alma en el más profundo centro”.
-Escucha. Escucha al Hijo amado, no para saber más de él, para satisfacer la curiosidad, sino para seguirle. Confíate a su amor. El te mostrará su gloria, refirmará tu camino, fundamentará tu vida y tu muerte. Pero hay que estar alerta ante el peligro de quedarnos extasiados y querer disfrutar el destino glorioso ahorrándonos el camino de entrega.
-Recuperados por el recogimiento en nuestro interior, donde escuchamos al Hijo amado, hemos de volver a la realidad, al mundo, a la historia, al camino de cruz, a la vida, pero ahora contemplada de modo nuevo, llena de sentido, salvada, transfigurada.
Secundino Martínez Rubio

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