viernes, 2 de octubre de 2015

DOMINGO XXVII 
T.O. (B)

Evangelio Mc 10,2-16
E
n aquel tiempo se acercaron unos fariseos y le preguntaron a Jesús para ponerlo a prueba: ¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer? El les replicó: ¿Qué os ha mandado Moisés? Contestaron: Moisés permitió divorciarse dándole a la mujer un acta de repudio. Jesús les dijo: Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación, Dios los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. El les dijo: Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio. [Le presentaron unos niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: -Dejad que los niños se acerquen a mí; no se lo impidáis; de los que son como ellos es el Reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.]
Reflexión
Los fariseos plantean a Jesús una pregunta para ponerlo a prueba: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?”. No se trata exactamente del divorcio moderno. Según la ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo. El v. 12: Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”, es indicio de que el evangelio de Marcos está escrito para un auditorio no judío, pues entre los judíos las mujeres no tenían ninguna posibilidad de repudiar al marido, mientras que en la legislación romana sí era posible.

 El repudio era un instrumento de poder y dominación del marido sobre la mujer, del que se aprovechaban según la interpretación que hacían de Dt 24,1 (“Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, y resulta que esta mujer no halla gracia a sus ojos, porque descubre en ella algo que le desagrada, le redactará un acta de repudio”)
 Lo discutido no era la práctica del divorcio, que, como vemos, estaba permitido por la ley; lo que se discutía eran los motivos por los que uno se podía divorciar. En tiempos de Jesús, la escuela de Shammai admitía el divorcio en muy pocos casos( adulterio); otra, la escuela de Hillel permitía el divorcio por los motivos más simples: hasta porque a la esposa se le hubiera quemado la comida. La trampa podía consistir en obligar a Jesús a situarse en el terreno de lo opinable, declarándose a favor de una de las escuelas y poniéndose en contra de la otra

La respuesta de Jesús sorprende a todos. No entra en las discusiones de los rabinos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Jesús saca la cuestión del terreno legal, tanto del permisivo como del restrictivo, y la sitúa en el plano de la voluntad divina. Pone de manifiesto que la ley que permite el divorcio no refleja la intención original del creador. Refleja, más bien, la incapacidad del hombre para vivir según lo establecido por Dios para él.

Jesús quiere hacer ver que si queremos llegar al fondo de la cuestión, debemos preguntarnos: cuál es el fundamento religioso del matrimonio.
La posibilidad que ofrece no es la de apuntalar un edificio en ruinas, sino la de reconstruirlo. Volver al proyecto inicial de Dios, a pesar de la fragilidad y debilidad humanas.

Actualización
En vez de discutir y  lamentarnos por el divorcio, que rompe los matrimonios, deberíamos aprender cuál es el amor que los mantiene.
El amor que sustenta la indisolubilidad del matrimonio
·     Hay un AMOR POSESIVO que se funda en las cualidades de lo que amamos (inteligencia, nobleza, belleza, etc.). Desaparecidas esas cualidades desaparece el amor. Es un amor basado en el SENTIMIENTO. Pero, los sentimientos son, por naturaleza, inestables ¿Cómo basar la indisolubilidad del matrimonio en este amor inestable? ¡Imposible! Los griegos llamaban a este amor EROS ¿Es malo ese amor? ¡No! Pero es un amor que no puede ser la base  para mantener  el matrimonio.

·     Los autores del Nuevo Testamento  comprendieron que Dios no nos ama por nuestras cualidades: “nos amó cuando éramos pecadores”; Jesús “no ha venido a buscar a los justos, sino a los pecadores” (Mc 2,17). El de Dios no es un amor posesivo (eros), sino un AMOR OBLATIVO. Un amor que nos ama, no por nuestros méritos y cualidades, sino precisamente por nuestra falta de cualidades (“siendo pecadores”). Un amor que se entrega gratuitamente. Los autores del nuevo Testamento llamaron a este amor  ÁGAPE. Es un amor que no se basa en el sentimiento, sino en la VOLUNTAD;”Este amor (…) va de persona a persona con el afecto de la voluntad” (GS 49a). Ese amor sí puede fundamentar la indisolubilidad del matrimonio. Ese amor “no pasa nunca” (1ª Cor 13, 4-8)
No se trata de que el matrimonio renuncie al amor basado en el sentimiento (eros) y se espiritualice. ¡Ni mucho menos! Se trata de perfeccionarlo y elevarlo: “El Señor se ha dignado sanar este amor, perfeccionarlo y elevarlo con el don especial de la gracia y la caridad” (GS 49 a) Se trata  de amar como Dios nos ama y con el amor (ágape) que Dios ha derramado en nuestros corazones (Rom 5,5). Tiene las características con que lo describe san Pablo en la Primera Carta a los Corintios.  Es un amor que “no pasa nunca”. Un amor que no dejará que el matrimonio fracase.
Secundino Martínez Rubio

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