jueves, 8 de octubre de 2015


DOMINGO

XXVIII T.O. (B)

Evangelio Mc10,17-30
En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre. El replicó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres -así tendrás un tesoro en el cielo-, y luego sígueme. A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el Reino de Dios! Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió: Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el Reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios. Ellos se espantaron y comentaban: Entonces, ¿quién puede salvarse? Jesús se les quedó mirando y les dijo: Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo. [Pedro se puso a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús dijo: Os aseguro que quien deje casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más -casas, y hermanos y hermanas, y madres e hijos, y tierras, con persecuciones-, y en la edad futura vida eterna.]
Reflexión
El texto  del Evangelio de hoy forma una unidad literaria, que se abre y se cierra con la mención a la vida eterna. En torno a este tema presenta tres escenas. Primera: el encuentro con el joven rico, preocupado por la vida eterna, pero apegado a sus bienes económicos que le hacen rechazar la invitación de Jesús. Segunda escena: la enseñanza central de Jesús a sus discípulos, donde se alerta del peligro de las riquezas para entrar en el ámbito del Reino y en tercer lugar el dialogo con los discípulos sobre: la recompensa, ciento por uno aquí aunque con persecución, y la vida eterna, para los que lo han dejado todo por seguirlo

EXPLICACIÓN

1.-Un hombre, que “era muy rico”, se acerca a Jesús le pregunta qué tiene que hacer para heredar la vida eterna. 
Jesús contesta: “no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”. Buscaba encontrar a Dios y Jesús le dice que el camino es cumplir los mandamientos y le cita los que se refieren al prójimo. El replicó: Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”. Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo: te falta una cosa: vende lo que tienes,  dáselo a los pobres y sígueme.El hombre “frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico”.
2.- Cuando Jesús se queda a solas con sus discípulos, les explica que para seguirle hay que ser muy libres, y que las personas que ponen su confianza en sus posesiones, y no en Dios, lo tienen muy difícil para entrar en el Reino de los cielos. Los discípulos se extrañan de estas palabras. Hemos de advertir que los judíos creían que las riquezas eran un signo de la bendición de Dios, y premio por el cumplimiento de la Ley. Por eso se extrañan de lo que dice Jesús.
3.-Luego Pedro pone el ejemplo de él y sus compañeros, que lo han dejado todo para seguirle. Y Jesús les contesta que recibirán cien veces más en esta vida (con persecuciones) y también esa añorada vida eterna, que también quería el hombre rico.
ACTUALIZACION:
Una actitud posesiva es un peligro para ser verdaderamente humano porque termina por reducir al hombre a sujeto de posesiones. Y acaba haciéndole esclavo de ellas.
Jesús alertó muchas veces contra este peligro, el Evangelio de hoy es una de ellas. Y no hay que olvidar que la primera bienaventuranza es: dichosos los pobres y que ser pobre es condición para entrar en el Reino de los cielos.
Para seguir al Señor hay que ser una persona libre; superar los múltiples apegos, que nos impiden disponer de nosotros para seguir al Señor. Porque si Dios es lo más, todo lo demás es menos. Esto significa descentrarnos para poner nuestro centro en Él. El Señor no pide sólo cosas, sino que le entreguemos la misma persona, porque “el que quiera salvar su vida, la perderá. Quien consienta perderla por mí, la salvará” (Mc 8,35)
Entonces ¿para ser creyente hay que anularse? ¿Hay que negar la condición de sujeto? ¿Seguir a Jesús significa negarse como ser humano? La respuesta es: ¡no! Lo que anula al ser humano es ponerse como centro de todo y caer en la tentación de “Seréis como dioses”. Aceptar su condición finita, originada y poner en Cristo su centro es lo que humaniza y realiza, lo que hace posible su perfecta realización. 
Quien ha renunciado a centrarse en sí mismo o en las cosas y ha puesto a Dios como centro, todo lo ve desde el punto de vista de Dios, desde los criterios de Dios que Jesús nos dejó en el Evangelio. Dios es lo más importante en su vida y todo lo demás, es importante, pero no más importante que Dios. Y es feliz, porque dejados otros deseos, su corazón está puesto en lo que de verdad desea. Descentrado de sí y de las cosas está en Dios, su verdadero centro. El desasimiento, el desprendimiento de sí y de las cosas abre las puertas de la felicidad, nos libra de toda atadura y dependencia. Dios colma sus apetencias y deseos, porque ¡solo Dios basta”  Y nos da ¡El ciento por uno! Ya nos lo dijo Jesús. Pero esto no es posible verlo y entenderlo sin el espíritu de sabiduría, de que nos habla la Primera lectura, y que hemos de pedir al Señor.


Secundino Martinez Rubio

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