jueves, 30 de junio de 2016

DOMINGO XIV T.O. (C)

EVANGELIO
Lc 10,1-12.17-20


En aquel tiempo designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía: La mies es abundante y los obreros pocos: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. ¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. Quedaos en la misma casa, comed y bebed de lo que tengan, porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa. Si entráis en un pueblo y os reciben bien, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya, y decid: «Está cerca de vosotros el Reino de Dios». Cuando entréis en un pueblo y no os reciban, salid a la plaza y decid: «Hasta el polvo de vuestro pueblo, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros». «De todos modos, sabed que está cerca el Reino de Dios». Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para ese pueblo. Los setenta y dos volvieron muy contentos y le dijeron: Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. El les contestó: Veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Mirad: os he dado potestad para pisotear serpientes y escorpiones y todo el ejército del enemigo. Y no os hará daño alguno. Sin embargo, no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo

REFLEXIÓN
La misión  no se limita al grupo de los doce Apóstoles. Tampoco hoy sólo los sacerdotes, y unos cuantos especialistas, tienen que continuar la misión. Todo cristiano es misionero. Hoy vemos a Jesús haciendo recomendaciones y advertencias a los misioneros

Jesús invita a la oración: rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies. No pide que hagan cursos de formación, ni procesos para sacar expertos, pide que oren al Padre, porque lo que se necesitan no son doctores sino testigos.

Una orden y una advertencia: “¡Poneos en camino! Mirad que os mando como corderos en medio de lobos. No es “si os parece”, “si queréis”,  “si tenéis tiempo” es “¡Poneos en camino!”, es un mandato, una orden. Es libre seguir a Jesús: “si quieres”, pero si le seguimos hay que ser misionero. Y Jesús advierte que la tarea no es fácil.

La misión se realiza desde la pobreza. No llevéis talega, ni alforja, ni sandalias; y no os detengáis a saludar a nadie por el camino.” En este mundo la gente se acredita por el poder o el prestigio o el dinero; Jesús invita a  no  llevar nada. Confiar plenamente en Dios. Con eso basta y sobra para evangelizar.

La salida misionera es urgente “no os detengáis a saludar a nadie por el camino”. No detenernos significa dejar de lado nuestras lentitudes, comodidades, y nuestro andar “mareando la perdiz”, sin salir a anunciar el Reino

La misión lleva la paz. Cuando entréis en una casa, decid primero: «Paz a esta casa». Curad a los enfermos que haya: Ser portadores de paz y de esperanza, en este mundo tan necesitado de ellas. Curando a los enfermos, es decir, atentos y cercanos a las necesidades de la gente, a sus problemas y necesidades
 La tarea misionera produce alegría: “Los setenta y dos volvieron muy contentos”. Cuando los discípulos le dicen a Jesús que “hasta los demonios se nos someten en tu Nombre” el responde que nada puede dañar al que predica la Palabra de Dios en su Nombre. Nos da la seguridad de que Dios está  de nuestro lado.

No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo.La alegría del cristiano no es el “éxito” de la tarea, no es la “victoria” sobre las fuerzas del mal; lo más gozoso para los creyentes es que “sus nombres estén escritos en el cielo” es decir que Dios  valora nuestra disponibilidad y servicio. Somos sus amigos  y el cielo es nuestra casa

Secundino Martínez Rubio

viernes, 24 de junio de 2016

DOMINGO
 XIII T.O. (C)

EVANGELIO
Lucas 9, 51-62


C
uando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: - ¿Señor, quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?  Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
Mientras iban de camino, le dijo uno: Te seguiré adonde vayas. Jesús le respondió: Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.   Otro le dijo: Sígueme. Él respondió: Déjame primero ir a enterrar a mi padre. Le contestó: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios. Otro le dijo: Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia. Jesús le contestó: El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.


REFLEXIÓN
El Evangelio de este domingo consta cuatro escenas relacionadas con el tema del SEGUIMIENTO DE JESÚS, que es lo más importante para un cristiano

1ª escena: El rechazo del seguimiento: Jesús y los discípulos se dirigen a Jerusalén, por lo cual son rechazados por los samaritanos, que eran enemigos de los judíos. Santiago y Juan, proponen vengarse haciendo que caiga un rayo del cielo y los consuma. Jesús "se volvió y les regañó”.  El Seguimiento de Jesús es libre, no se impone, se propone.
Al rechazo de los samaritanos se contraponen tres casos de seguimiento. En los tres queda claro que Jesús no busca “clientela”, sino seguidores que abandonen otras seguridades, que subordinen todo al seguimiento .

2ª Escena: Abandonar todas las otras seguridades: A uno que le dijo “te seguiré a donde quiera que vayas” Jesús le dijo: “Las zorras tienen madrigueras”“El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.
Seguir a Jesús no puede ser solo resultado de sentimiento pasajero, sino una decisión que compromete la vida y que se mantiene cuando el sentimiento se ha enfriado, pero permanece la decisión de la voluntad de seguir a Jesús, a pesar de las dificultades que conlleva.  

3ª. Escena: Subordinar todo al seguimiento de Jesús: le dijo a otro: “Sígueme “, pero el pidió retrasar la respuesta para enterrar primero a su padre; Jesús le dijo: “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios”". Jesús no pretende eludir los deberes de la piedad familiar;  lo que pide es abrirse a una nueva misión y no estar apegados al pasado: el padre a enterrar es la ley, el culto antiguo, la genealogía, los intereses cerrados del grupo.  El seguimiento de Je-sús es más impar-tante que la familia y las prácticas sociales.

4ª. Escena: No echarse jamás atrás: Por último, otro se ofreció para seguir a Jesús, pero después de despedir a su familia. Buena excusa, pero Jesús le dijo: “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”. El que sabe lo que es arar sabe que, si uno no mira hacia delante, hacia donde se va abriendo el surco, su arada será un desastre. Quien siga mirando para atrás no vale para el Reino. Jesús exige constancia y coherencia, sin nostalgias, ni componendas. El seguimien-to requiere una opción irrevocable

Es legítimo tener "donde reclinar la cabeza"; es una obra de misericordia "enterrar al padre"; es muy humano "despedirse de la familia"... todo ello es bueno -quizá necesario, quizá también voluntad de Dios- pero lo que no vale es convertirlo en excusa para no seguir a Jesucristo, porque: Si Jesucristo es lo más importante, todo lo demás es menos.

Secundino Martrínez Rubio

viernes, 17 de junio de 2016

DOMINGO XII T.O. (C)


EVANGELIO  Lc 9, 18-24
na vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó:
- « ¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron:
«Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó:
- «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo:
«El Mesías de Dios.»
El les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió:
«El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día. »
Y, dirigiéndose a todos, dijo:

«El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»

REFLEXIÓN


Jesús hace “un sondeo de opinión”: « ¿Quién dice la gente que soy yo?». Le contestan que la gente asocia su presencia con la de los grandes profetas como Juan el Bautista y Elías, ambos perseguidos del poder político de su época. Para la gente Jesús es un profeta. Era la opinión de la gente. La apreciación humana sobre este personaje de la historia. Hasta este nivel de conocimiento de Jesús, como profeta, como personaje peculiar, incluso extraordinario, no es difícil llegar, entonces y ahora.
Pero, Jesús quiere saber también la opinión de los más cercanos: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?  Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»
Para evitar la evitar la connotación política, nacionalista y triunfalista de la confesión de Pedro, Jesús prefiere hablar de sí mismo como “el Hijo del Hombre”, no de Mesías y les prohíbe decírselo a nadie. Pero lo importante no es el titulo, sino el destino que anuncia Jesús: tiene que padecer y ser rechazado por los “ancianos” (poder político); los sacerdotes (poder religioso); y los escribas (poder intelectual). Pero Jesús sabe que la última palabra no la tienen ellos, sino Dios, que lo resucitará.
Esto debió desconcertar a los discípulos, que esperaban un Mesías de poder. Jesús siguió diciendo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»
Estas palabras contrastan con el estilo de nuestra sociedad, que tiene un discurso totalmente diferente. Es cuestión de optar.

Todos necesitamos responder a la pregunta de Jesús: 
¿Quién dice la gente, que es Jesús? ¿O quizás hoy no dice nada, sencillamente “pasa” de Él? Tú y yo ¿Quién decimos que es Jesús para nosotros?, ¿qué lugar ocupa en nuestro vivir diario?

Secundino Martínez Rubio
















viernes, 10 de junio de 2016


DOMINGO XI T.O. (C)

Evangelio 
Lc 7,36-8,3.


En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume, y, colocándose detrás, junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado, se dijo: Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que le está tocando y lo que es: una pecadora. Jesús tomó la palabra y le dijo: Simón, tengo algo que decirte. El respondió: Dímelo, maestro. Jesús le dijo: Un prestamista tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más? Simón contestó: Supongo que aquel a quien le perdonó más. Jesús le dijo: Has juzgado rectamente. Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella en cambio me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo, sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor: pero al que poco se le perdona, poco ama. Y a ella le dijo: Tus pecados están perdonados. Los demás convidados empezaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados? Pero Jesús dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz. [Más tarde iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo predicando la Buena Noticia del Reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.]


Reflexión

Jesús es invitado a comer por Simón, un  fariseo de los estrictos cumplidores de la ley, y una prostituta de la localidad se presentó en la comida; se puso a llorar a los pies de Jesús, los secaba con sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con el perfume. La expectación, el malestar, indignación y escándalo del personal bienpensante se puede imaginar. Simón contempla la escena horrorizado. La reacción de Jesús, por el contrario, es de acogida y comprensión, ni expulsa ni rechaza a la prostituta. Al contrario, la acoge con respeto y ternura. Sólo parece ver en ella un ser necesitado de amor, reconciliación y paz.

Al ver que Jesús se deja tocar por la mujer, el fariseo descarta que Jesús sea un profeta, porque piensa que si lo fuera “sabría quién es la mujer que lo toca y lo que ella es: ¡una pecadora!”, y supone que si lo supiera no la dejaría hacer lo que está haciendo.

Simón se equivoca, Jesús es profeta y sabe quien es la mujer que lo está tocando y, a pesar de eso, la deja que lo haga, porque todos pueden acercarse a Él con confianza, todo pecador es recibido por Cristo. Por eso ha entrado en casa de Simón, que también es pecador. Jesús tiene otro modo de mirar la vida.

La diferencia entre Simón y la mujer es que ella reconoce a Jesús como profeta, y se reconoce a si misma como pecadora y pide perdón. Simón no acepta a Jesús como profeta del perdón y la misericordia. Se cree justo e intenta justificarse con su cumplimiento de la ley

Para Jesús lo que importa es la fe, la confianza en Dios, no el certificado de "buena conducta". Jesús no hace como nosotros, que nos fijamos en las apariencias: su mirada va al fondo del corazón de cada uno. Y mirando al corazón le dijo a la mujer: “Tus pecados quedan perdonados. Tu fe te ha salvado. Vete en paz”.
Jesús nos enseña hoy:
-Que hemos de reconocernos pecadores  (cosa no fácil).
-Que no nos liberamos de nuestro pecado por nuestro propio esfuerzo (actitud del fariseo), sino aceptando el perdón y amor gratuitos de Dios en Cristo (actitud de la pecadora).
-Que quien se siente pecador perdonado responde con amor y a quien más se le perdona más ama.
-Que nuestro Dios es un Dios de misericordia y perdón y Jesús es la manifestación de esa misericordia divina.

 
Tenemos que aprender a vivir de la misericordia de Dios.

Secundino Martínez Rubio



viernes, 3 de junio de 2016


DOMINGO

DÉCIMO T.O.

EVANGELIO  Lc 7,11-17.

E
n aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.
Cuando estaba cerca de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.
Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo:
—No llores.
Se acercó al ataúd (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
—¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!
El muerto se incorporó y empezó a hablar y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios diciendo:
—Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

REFLEXIÓN 
Encuentro de Jesús con el dolor. Cuando Jesús entra en la ciudad, acompañado por sus discípulos y un gran gentío, se encuentra con una comitiva que sale de la ciudad camino del cementerio, detrás de la cual iban el dolor, la soledad y el desgarro de una madre viuda enterrando a su único. Con su hijo, esa viuda entierra el apoyo, la ilusión, el cariño y, en tiempos de Jesús, también, generalmente, con el hijo se iba el propio medio de sustento.
Al verla, le dio lástima.  Según la narración, nadie le pide nada a Jesús. El milagro, según el evangelio, está motivado únicamente por su compasión. Dice el evangelio que al verla el Señor: "le dio lástima". Y Jesús dice a la madre "no llores" y al muerto "levántate". "Y Jesús se lo entregó a su madre". Jesús es la revelación del Dios compasivo es “el rostro de la Misericordia”.
Sed compasivos: La experiencia de la compasión de Dios fue  lo que guió toda la actuación de Jesús y le condujo a dejarnos este mandato: Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Lc 6,36). Jesús no elimina el principio de “sed santos como vuestro Dios es santo “ del Levítico (Lv 19, 2) sino que le da su cumplimiento la santidad es ser compasivo y misericordioso.   En el camino de nuestra vida nos encontramos con hombres y mujeres que lloran, afectados por la enfermedad, la muerte, el paro,  por la desgracia que sea y que es para ellos causa de dolor. Como discípulos de Jesús, ¿qué debemos hacer? Pues nos lo dijo el Señor: Ser  misericordiosos como el Padre” (Lc 6,36)
 Nos lo recordó el Concilio Vaticano II: "Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Jesús. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón”( GS).
Pero no te equivoques ¡no es una carga! Es el modo de ser feliz.

Secundino Martínez Rubio