viernes, 2 de febrero de 2018


DOMINGO V DEL T.O. (B)

EVANGELIO (Mc 1,29-39.)

E
n aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y poseídos. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: Todo el mundo te busca. El les respondió: Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido. Así recorrió.


REFLEXIÓN

El texto del Evangelio de hoy  tiene tres partes: en primer lugar, las curaciones que realiza Jesús. Destaca la de la suegra de Pedro; en segundo lugar, el tiempo que Jesús dedica a la oración; y, finalmente, la predicación

 1. Las curaciones milagrosas: Jesús venía  el sábado de la sinagoga y ahora va a casa de Pedro  y Andrés. Al llegar se entera que la suegra de Simón Pedro estaba enferma y tenía fiebre. Y Jesús cura a esta mujer: “se acercó, y tomándola de la mano, la levantó; en ese momento se le quitó la fiebre”.

Acercarse, dar la mano, levantar a la gente es un buen modo de proceder y buen modelo a seguir. Es interesante la reacción de esta mujer al ver que recuperaba las fuerzas: “Se puso a servirles”, el agradecimiento de ella se expresó en servicio. 
Además de esta curación, Marcos nos dice que, al atardecer en la calle, a la puerta “curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó a muchos demonios”. (El sábado terminaba a la puesta del sol y la gente esperaba a esa hora el sol para guardar el sábado)
 En la sinagoga, en la casa y ahora en la calle: Jesús no limita su salvación a los espacios sagrados (sinagoga), sino que se extiende a los ámbitos naturales (la casa y la calle) donde está la gente. También nuestro seguimiento de Jesús tiene que abarcar todos los espacios en los que nos movemos.

2. El tiempo de oración: Después de devolver la salud a los enfermos y de un merecido descanso, dice el evangelio que, de madrugada, Jesús se fue a orar. En medio de su intensa actividad apostólica Jesús dedicaba largas horas a la oración, dialogando con su Padre, cuya voluntad era la inspiración de su predicación. Esa vida interior es el alimento esencial para el trabajo apostólico.  Nuestra misión de anunciar el Amor de Dios debe ser expresión de una vivencia honda de oración; en caso contrario, estaremos pronunciando palabras vacías; recordemos que “de la abundancia del corazón hablan la boca”. 

3. Después de orar, Jesús regresó al grupo de sus compañeros, quienes le dijeron: Todo el mundo te busca. El les respondió: Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido”. Jesús no vino para traer las comodidades de la vida, sino para traer la condición fundamental de nuestra dignidad, para traernos el anuncio de Dios, la presencia de Dios, y para vencer así a las fuerzas del mal. Con gran claridad nos indica esta prioridad: no he venido para curar —aunque lo hace, pero como signo—; he venido para reconciliaros con Dios. Dios es nuestro creador, nos ha dado la vida, nuestra dignidad: a él, sobretodo, debemos dirigirnos.

“Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios” .Nuestro testimonio cristiano ha de estar nutrido también de todas esas cosas: de la atención a los necesitados, de la oración diaria y de la predicación abierta y decidida de Jesús y de su mensaje de amor.

S. Martinez Rubio


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