viernes, 11 de mayo de 2018


ASCENSIÓN DEL SEÑOR


EVANGELIO  (Mc 16,15-20.)

En aquel tiempo se apareció Jesús a los Once, y les dijo: -Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos, y si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos. El Señor Jesús, después de hablarles, ascendió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos, y confirmaba la palabra con los signos que los acompañaban.

REFLEXION

Celebramos  la fiesta de la Ascensión. Las lecturas de la Palabra de Dios giran en torno a un único misterio: la vuelta  de Jesús al Padre que es, al mismo tiempo, el envío de la Iglesia al mundo entero.

La Ascensión como vuelta de Jesús al Padre: Lo fundamental es que Jesús, una vez resucitado, vive la misma vida de Dios y eso es lo que el evangelista trata de decirnos utilizando una simbología de aquel tiempo. La Ascensión significa que Jesús, como Hombre Nuevo, ha llegado a la culminación de su proceso, de tal manera que ahora Jesús “está sentado a la derecha de Dios”. Jesús viene del Padre y vuelve al Padre.

En un mundo “cerrado en si mismo”, sin proyección ni futuro, sin apertura ni horizonte,  con la esperanza apagada y sin más expectativas que la fruición del presente, la Ascensión nos dice que esta vida está  abierta a otra Vida Definitiva.  Y solo
 desde la fe en ese futuro mejor, que anuncia la Ascensión del Señor,  vivimos intensamente y con sentido el presente peregrino. Los creyentes, no debemos quedar plantados en la tierra sin mirar al cielo.

El envío de la Iglesia al mundo entero.  En la Ascensión la misión de Cristo pasa a ser misión de todos sus discípulos. La Ascensión es el inicio de la misión de la Iglesia. Misión que se funda en el envío y mandato de Jesús: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio a toda la creación.” Esa es la vocación y tarea propia de la comunidad cristiana y de TODOS sus miembros: Los creyentes no podemos quedar, como aquellos galileos, plantados mirando al cielo, olvidándonos de la tarea en la tierra

La misión evangelizadora comporta primeramente el anuncio directo del evangelio. Anuncio  fiel y valiente, animado por el amor y bajo el aliento del Espíritu de Dios. Anuncio respetuoso con la persona, invitando, no imponiendo; ofreciendo la salvación de Cristo; respetando la autonomía propia del hombre y de las realidades mundanas, abriendo a la trascendencia de Dios todos los sectores de la vida: familia y sociedad, educación y cultura, trabajo, economía y política… Anuncio para el que Jesús promete a sus discípulos que no les dejará solos, que recibirán la fuerza de lo alto, que «serán bautizados con Espíritu Santo».

El anuncio y la palabra han de ir acompañados, como hizo Jesús, con el testimonio de la vida y de los signos, es decir, con el compromiso de los cristianos por la promoción de la persona.

«Hablarán lenguas nuevas», la lengua siempre nueva del amor. «Cogerán serpientes en sus manos». La serpiente es símbolo de la seducción, la astucia y el pecado. Que ninguna seducción nos engañe, que ninguna tentación nos muerda, que ningún miedo nos paralice. «El veneno mortal no les hará daño».  El veneno que nos podría hacer daño es el que nos ofrezcan los demás: las injurias recibidas, las persecuciones sufridas, los odios y rechazos que nos regalen, las humillaciones que nos hacen tragar. Si respondemos a todo con amor, ni esto ni nada nos hará daño.«Impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos».  Si somos capaces de transmitirles algo de ternura, de cercanía, de amor, de fe, seguro que recibirán mucha salud.


La Ascensión significa que concluyó el tiempo del Jesús histórico. Jesús ha llegado a la culminación de su proceso, “está sentado a la derecha de Dios” y abre nuestro presente a una Vida definitiva, pero la  Ascensión no es el inicio de la ausencia, sino la inauguración de un nuevo tipo de presencia del Señor. Cristo sigue vivo y actuando en su pueblo. Somos nosotros quienes hemos de hacerlo visible al mundo por el anuncio y el testimonio mediante los signos de liberación.

S.Martínez Rubio

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