sábado, 1 de noviembre de 2014

CUANDO LLEGUE A LOS UMBRALES DE TU CASA

Cuando llegue a los umbrales de tu Casa, 
me estarás aguardando, Señor, en el camino. 
Me mirarás a los ojos. 
Luchará por salir de  mi boca un “yo no merezco ser tu hijo” que ahogarás con tu abrazo y tu beso estremecido.

Llegaré cansados los pies de mil caminos, 
las manos vacías y el corazón… lleno de nombres.
 Y hablaremos.  

Te hablaré del camino, 
te diré de mis sueños cumplidos y,
 también, de otros muchos que se fueron al olvido.
Te hablaré de esperanzas e ilusiones,
 de caídas y cansancios, 
de las veces que me extravié por mil caminos.

Con algo de vergüenza, Señor, 
te hablaré de mis pecados, 
recordaré mis caídas y cansancios por los vericuetos de la vida. 
Sabrás de mis lágrimas y gozos. 
Hablaremos de la luz y la sonrisa, 
del sabor de la amistad…. de la alegría de partir tu Pan con  los hermanos.

Me acariciará tu mirada, que es amor, 
y asombrado descubriré que siempre estuviste junto a mí,
dentro de mi mismo, aunque no te supiera ver mi fe titubeante.

Cuando llegue al umbral de tu Casa, Señor,
 me mirarás a los ojos y, con tu mirar, que es amar, nos diremos ¡tantas cosas!

Pero sé que aquel día, sólo me preguntarás una cosa: ¿Has amado? 

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