domingo, 30 de noviembre de 2014

FIESTAS EN HONOR DE 
NTRA. SRA. DE ALTAGRACIA

MARÍA, MODELO DE UNA IGLESIA
 PREOCUPADA POR LOS QUE SUFREN

Para celebrar la fiesta de nuestra patrona, Nuestra Señora de Altagracia, este año hemos querido contemplarla como “Consuelo de los que sufren”.

Son muchas las personas sufrientes. Lo primero es percibirlas. Os invito a acercaros a  ellas. Mirad sus rostros, escuchad sus palabras, percibid sus silencios, adentraos en sus vidas. Acoged las llamadas de los que están solos y se ven abandonados por los suyos, los cansados de la vida, los perseguidos y calumniados, los desdichados y desgraciados, los excluidos y marginados,  los que no encuentran sentido a sus vidas, los que no tienen paz en el corazón, los maltratados… Contemplad los enfermos incurables, los ancianos faltos de cariño, los que han perdido a un ser querido, los padres desconcertados por el comportamiento de sus hijos, las parejas rotas, los que viven la experiencia de rechazo, de incomprensión o fracaso, los creyentes que andan sumidos en la noche oscura,… Pensad también en las familias y en los pueblos que sufren los horrores de la guerra, la miseria y el hambre, las catástrofes naturales, etc.

Queremos que María sea modelo de la Iglesia que se preocupa por todos los que sufren, los afligidos. Ella "resplandece como un signo de esperanza firme y de consolación para el pueblo de Dios en marcha." (LG 68). En las bodas de Caná, se sitúa a la orilla del problema para llevar el remedio, que sólo su Hijo puede proporcionar. También Ella vivió el desconsuelo. “Una espada te atravesará” le anunciaron. (Lc 2,35). En el dolor del Hijo clavado en la cruz y puesto después en sus brazos, María conservó la llama de la fe. Y mereció la consolación. Ella se convierte en Madre de misericordia y de consuelo. Participó de una manera singular en la gran consolación: la resurrección de Cristo, que la hace capaz de consolar a sus hijos en cualquier tribulación en que se encuentren. María ha consolado y sigue consolando hoy a sus hijos que acuden a ella y le ruegan “vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos”.

En el corazón de la Iglesia, que “avanza entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios” (LG 53), María es "abogada nuestra" que ejerce su función intercesora, y por ello la invocamos: ¡Nuestra Señora de Altagracia, Consoladora de los afligidos: Ruega por nosotros, para que seamos una Iglesia preocupada por los que sufren.
Felices Fiestas.
Secundino Martínez Rubio

                           


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