viernes, 7 de noviembre de 2014

DEDICACIÓN DE LA BASÍLICA DE LETRÁN

Evangelio Jn 2,13-22

E
n aquel tiempo se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo: -Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre. Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.» Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: -¿Qué signos nos muestras para obrar así? Jesús contestó: -Destruid este templo, y en tres días lo levantaré. Los judíos replicaron: -Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días? Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús.

Reflexión
Dedicación de la Basílica de Letrán

Celebramos la fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán, Este templo es la catedral del Papa como obispo de Roma, es el primer gran templo cristiano construido en Roma después de las persecuciones, en el siglo IV.

La Basílica de San Juan de Letrán es símbolo de la unidad de todas las comunidades cristianas con Roma: por eso celebramos en todo el mundo la fiesta de la que se llama “la madre de todas las iglesias”. La comunión con la Iglesia de Roma nos recuerda que todos estamos construidos sobre el mismo cimiento de Jesucristo.

La fiesta nos lleva a dar gracias a Dios por su presencia entre nosotros. Y, sobre todo, a recordar que todos los bautizados somos templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en nosotros, como se lee hoy en la primera carta de San Pablo a los Corintios (1 Cor 3,9-11.16.17),
El Evangelio que leemos hoy es el conocido como expulsión de los mercaderes del Templo. Para los judíos, junto con la Ley, el Templo era uno de los pilares de su religión. El Templo era lugar de encuentro con Dios.

Jesús verdadero templo: lugar de encuentro con Dios.

En el Evangelio de hoy vemos a Jesús, no solo purificando el templo de traficantes, sino sustituyendo el templo. Por eso se presenta  a si mismo como lugar de encuentro con Dios.  Los judíos tienen el Templo como lugar donde se encontraban con Dios. Jesús se presenta como el nuevo lugar de encuentro con Dios. Lugar donde Dios está singularmente presente, lugar donde podemos encontrarnos personalmente con Dios. Él es el nuevo templo de Dios. No es en este o en aquel edificio, sino en el hombre Jesús de Nazaret - por eso habla de su cuerpo –donde Dios se nos manifiesta, se nos comunica y se nos da.

Nosotros somos templo de Dios

Como consecuencia de esta sustitución del Templo por Jesús, nosotros, unidos a Él por el Bautismo, sumergidos en Cristo, incorporados a Él, hemos recibido su Espíritu  y somos templos de Dios. Por eso dice San Pablo: “¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?”.

En una cultura marcada por la frivolidad, es bueno recordar que nuestro cuerpo y el de los demás es morada de Dios. El respeto al cuerpo es un deber que brota de la fe bautismal.

Adorar a Dios en espíritu y en verdad

Son importantes los Templos, el altar, las ofrendas y ritos, pero no valen por sí solos para rendir culto a Dios. Lo que verdaderamente tiene importancia son las personas que acuden a ellos y el estilo o el espíritu con el que lo hacen. Si en la vida diaria no hemos encontrado a Dios en cada persona, que es templo suyo, no lo encontraremos en un templo por muy magnífico, ornamental y espléndido que allí sea su culto. Porque como decía Jesús a la Samaritana "ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis a Dios. Se acerca la hora, ya está aquí, en la que los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad"

“Los cristianos somos piedras vivas con las que el templo de Dios se construye en este mundo. Somos portadores de Dios. A ejemplo de Jesús, nuestra humanidad debe reflejar que Dios habita en nosotros y que Él orienta y dirige nuestra vida y acciones. Porque somos casa de Dios necesitamos purificar nuestras vidas, incluidos nuestros cuerpos, con el fin de que otros descubran que Dios sana y vivifica la vida humana y que quien entra en contacto con Él, refleja su gloria.”

 Secundino Martínez Rubio

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